Cuando un paciente o su médico de Atención Primaria han decidido plantear una consulta al reumatólogo, han de saber que se trata de una visita similar a la que realizan los diferentes especialistas en medicina interna (cardiólogo, nefrólogo…), pero con unas características especiales que debe conocer.

En primer lugar, acuda a la consulta con su historial médico preparado. Lleve todos los informes médicos que posea, así como las radiografías y análisis que tenga en su poder. Lleve también toda la información sobre las medicaciones que esté tomando, incluyendo el nombre, la dosis y la frecuencia con que las utiliza. Es muy importante que le pueda comunicar al reumatólogo si alguna medicación le ha producido intolerancia, alergia o cualquier otro efecto indeseable.

Es habitual que, tras la exposición que usted haga de su problema, el reumatólogo le pregunte por las características de las molestias que le han hecho acudir a consulta. Por ejemplo: ¿Dónde y desde cuando le duele? ¿Cómo es su dolor: agudo, difuso, intenso,..? ¿Se le hinchan las articulaciones? ¿Le han salido manchas en la piel? ¿Algún miembro de su familia padece de un problema similar?

Posteriormente, el reumatólogo le hará un examen físico en el que buscará signos que delaten su enfermedad reumática, tales como tumefacción, calor o enrojecimiento de las articulaciones, deformidades en las mismas o crujidos y dificultades al movimiento. Las enfermedades reumáticas se acompañan en muchas ocasiones de afectación de otros órganos fuera de las articulaciones, por lo que habitualmente auscultará su corazón y sus pulmones, palpará su abdomen y buscará la presencia de lesiones cutáneas, oculares o en las mucosas orales y genitales.

En ocasiones, todo este proceso será suficiente y el reumatólogo podrá establecer un diagnóstico firme y un tratamiento, pero otras muchas veces no será así y tendrá que solicitar pruebas complementarias que le ayuden a diagnosticar de forma exacta su padecimiento reumático. Estas pruebas suelen ser análisis de sangre y orina  y estudios de imagen como radiografía, escáner o resonancia. Mientras se efectúan estas pruebas, el reumatólogo le puede proporcionar algún tratamiento que le alivie de sus molestias.

Cuando su reumatólogo ha podido determinar qué tipo de enfermedad padece, le será explicado cuáles son las características de la misma, cuál es su pronóstico, así como qué tipos de tratamientos existen para luchar contra ella. Usted conocerá entonces si su enfermedad es o no curable, si se puede controlar y detener su evolución y los consejos y medicinas útiles para tratarla. Este es el momento en el que usted debe de preguntar todo aquello que desee. No tema hacer preguntas; el reumatólogo está esperando la máxima colaboración de su parte y sabe que un paciente activo y bien informado es el mejor apoyo para vencer la enfermedad. Es habitual y lógico, que el enfermo quiera saber cuánto tardará en hacer efecto el tratamiento, qué posibles efectos adversos pueden aparecer por la enfermedad o por las medicinas y que pasará si este tratamiento inicial no le funciona. Las preguntas favorecen y estimulan la confianza en la relación médico-paciente, pilar básico de cualquier acto terapéutico.

Finalmente, el reumatólogo tendrá que decidir quien llevará la responsabilidad de su problema médico en el futuro. En muchas ocasiones, será su médico de Atención Primaria quien dirigirá su tratamiento desde el inicio. Otras veces, la cronicidad y severidad de la enfermedad precisarán de tratamiento y vigilancia – transitoria o no- en la consulta de Reumatología. Con frecuencia, se precisa la colaboración de otros colegas ortopedas, rehabilitadores, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales…, a los que su reumatólogo le remitirá, estableciendo con ellos la comunicación necesaria.

Fuente: Ser